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Monterroso

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2001 words
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P?RDIDA Y RECUPERACI?N DEL PELO

Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecuci?n de fines 'tiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo. Si este pelo se engancha en la rejilla que suele cundir en dichos agujeros, bastar? abrir un poco la canilla para que se pierda de vista. Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de recuperaci?n del pelo. La primera operaci?n se reduce a desmontar el sif?n del lavabo para ver si el pelo se ha enganchado en alguna de las rugosidades del ca?o. Si no se lo encuentra, hay que poner en descubierto el tramo de ca?o que va del sif?n a la ca?er?a de desag?e principal. Es seguro que en esta parte aparecer?n muchos pelos, y habr? que contar con la ayuda del resto de la familia para examinarlos uno a uno en busca del nudo. Si no aparece, se plantear? el interesante problema de romper la ca?er?a hasta la planta baja, pero esto significa un esfuerzo mayor, pues durante ocho o diez a?os habr? que trabajar en alg?n ministerio o casa de comercio para reunir el dinero que permita comprar los cuatro departamentos situados debajo del de mi primo el mayor, todo ello con la desventaja extraordinaria de que mientras se trabaja durante esos ocho o diez a?os no se podr? evitar la penosa sensaci?n de que el pelo ya no est? en la ca?er?a y que s?lo por una remota casualidad permanece enganchado en alguna saliente herrumbrada del ca?o. Llegar? el d?a en que podamos romper los ca?os de todos los departamentos, y durante meses viviremos rodeados de palanganas y otros recipientes llenos de pelos mojados, as? como de asistentes y mendigos a los que pagaremos generosamente para que busquen, separen, clasifiquen y nos traigan los pelos posibles a fin de alcanzar la deseada certidumbre. Si el pelo no aparece, entraremos en una etapa mucho m's vaga y complicada, porque el tramo siguiente nos lleva a las cloacas mayores de la ciudad. Luego de comprar un traje especial, aprenderemos a deslizarnos por las alcantarillas a altas horas de la noche, armados de una linterna poderosa y una m'scara de ox?geno, y exploraremos las galer?as menores y mayores, ayudados si es posible por individuos del hampa, con quienes habremos trabado relaci?n y a los que tendremos que dar gran parte del dinero que de d?a ganamos en un ministerio o una casa de comercio. Con mucha frecuencia tendremos la impresi?n de haber llegado al t?rmino de la tarea, porque encontraremos pelo (o nos traer?n) pelos semejantes al que buscamos; pero como no se sabe de ning?n caso en que un pelo tenga un nudo en el medio sin intervenci?n de mano humana, acabaremos casi siempre por comprobar que el nudo en cuesti?n es un simple engrosamiento del calibre del pelo (aunque tampoco sabemos de ning?n caso parecido) o un dep'sito de alg?n silicato u ?xido cualquiera producido por una larga permanencia en una superficie h?meda. Es probable que avancemos as? por diversos tramos de ca?er?as menores y mayores, hasta llegar a ese sitio donde ya nadie se decidir? a penetrar: el ca?o maestro enfilado en direcci?n al r?o, la reuni?n torrentosa de los detritos en la que ning?n dinero, ninguna barca, ning?n soborno nos permitir?n continuar la b'squeda. Pero antes de eso, y quiz? mucho antes, por ejemplo a pocos cent?metros de la boca del lavabo, a la altura del departamento del segundo piso, o en la primera ca?er?a subterr?nea, puede suceder que encontremos el pelo. Basta pensar en la alegr?a que eso nos producir?, en el asombrado c?lculo de los esfuerzos ahorrados por pura buena suerte, para escoger, para exigir pr?cticamente una tarea semejante, que todo maestro consciente deber?a aconsejar a sus alumnos desde la m's tierna infancia, en vez de secarles el alma con la regla de tres compuesta o las tristezas de Cancha Rayada.

INICIACION

Yo creo que a mi padre se le ocurri? ese d?a en que entr? al ba?o y yo estaba ba??ndome. Dijo "permiso" y entr?, sin esperar que yo contestara, cosa que siempre hac?a y que a m? me jod?a bastante. Pero ?l ten?a esa costumbre de los clubes, de los vestuarios de los clubes. Le gustaba esa cosa muchachera de la falta de privacidad de los clubes y, en - tonces, lo mismo entraba. Yo creo que fue ese d?a porque me peg? una ojeada, empez? a buscar algo en el botiqu?n, por ah? me volvi? a mirar, cerr? el botiqu?n y se fue pre - gunt?ndome si sal?a bien el agua de la ducha y sin esperar a que yo le contestara. Tambi?n es cierto que yo hac?a poco que me hab?a puesto los pantalones largos a instancias de mi viejo que le pregunt? a mi vieja qu? esperaba para compr?rmelos y le dijo que faltaba poco para que se me pasaran las bolas por debajo de los cortos. Adem's a m? me hab?a agarrado una gripe fuerte y hab?a pegado un estir?n interesante. No dir? que me hab?a puesto alto porque nunca fui alto, pero para esos d?as hab?a pegado un estir?n considerable. Al poco tiempo lo encontr? a mi viejo hablando en voz baja con mi madre y eso me sorprendi? porque mi viejo hablaba muy poco con mi madre. Era de esos matrimonios de antes que funcionaban con muy pocas palabras, con acuerdos t?citos, con miradas, con gestos. Por otra parte, se daba por descontado que el padre no ten?a por qu? contarle sus problemas a la esposa. Pero yo entr? en la cocina no s? buscando qu? cosa y ellos estaban hablando en voz baja y cuando me vieron dejaron de hablar o cam - biaron la conversaci?n, no s?, algo que yo me di cuenta. Y me dio la impresi?n de que mi viejo quer?a convencerla a mi madre de algo y que a ella no le ca?a del todo bien el asunto. Despu's, esa tarde, mi madre, mientras planchaba, me miraba. Daba un par de pasadas con la plancha y me miraba, despu's volv?a a planchar. Yo estaba estudiando qu?mica, me acuerdo -- una materia que detestaba -- y me hac?a que no la ve?a, pero notaba que ella me estaba obser - vando. Pas? un tiempo y no ocurri? nada. Digamos, todo esto que ahora yo cuento lo relacion? despu's, despu's que pas? todo. En ese momento, digamos, lo not?, pero no le di mayor importancia. Despu's at? cabos, m's adelante. Muy bien; un d?a mi viejo aparece de tarde, y eso era raro en ?l, que casi siempre aparec?a ya bien de noche, y me dice "vestite". Ah? fue, ah? fue cuando yo me di cuen - ta de que hab?a algo raro. Cuando ?l me dijo "vestite" yo ya present? que hab?a algo raro. "?Adonde vamos?" le pregunto. "Al club" me dice. Me acuerdo que salimos juntos, caminamos esas tres cua - dras y llegamos al club. En el trayecto mi viejo no me habl? una palabra, nada. Llegamos al club y mi viejo entra en el buffet. No hab?a un alma. Mi viejo se mov?a en el club como en su casa, o mejor que en su casa porque se la pasaba m's en el club que con nosotros. "?Est? Mendoza?" le pregunta a un tipo que aparece detr's del mostrador. "Sa - li?" le dicen. "Cagamos" dice mi viejo. "Pero vuelve" dice el tipo. "Lo esperamos, entonces" dijo mi viejo. "Ac?, con el com - pa?ero, lo esperamos". Nos sentamos en una de las mesitas del sal?n. Mi viejo, despu's de hablar conmigo algunas pa - vadas, banalidades, las cl'sicas preguntas de c?mo me iba en el colegio, esas cosas, me empieza a decir que todo llega en esta vida, que el tiempo pasa, que yo ya hab?a dejado de ser un pibe, que estaba empezando a ser un hombre, que hab?a algunas cosas que yo ten?a que conocer, etc., etc., etc. Todo muy por encima, todo m's amagado que concreto, pero era la primera vez que nos pon?amos los dos, uno frente al otro, solos, en una mesa, a hablar de esos asuntos. O mejor dicho, hablaba ?l, yo lo escuchaba. De todos modos, era la primera vez. No fue muy larga la espera, sin embargo, porque enseguida lleg? el Mendoza en cuesti?n. Era el bufetero del club; yo lo hab?a visto un par de veces antes. Y se ve que ya hab?an conversado de la cosa porque mi viejo le dijo: "Ac? est? el hombre" se?al?ndome y el tipo dijo: "?As? que 'ste es el campe?n?" y enseguida mi viejo se levant?, lo agarr? del brazo y se lo llev? hasta el mostrador. Ah? estuvieron hablando unos minutos con gran familiaridad. Mi viejo le dio unos pesos que sac? de la billetera y despu's se acerc? de nuevo hasta la mesa. "Te dejo con Mendoza" me dijo "es un amigo. ?l se va a ocu - par de todo". "And? tranquilo que todo va a salir bien" le dijo el otro a mi viejo desde atr's del mostrador mien - tras acomodaba unas facturas que se ve quer?a dejar arregladas antes de venirse conmigo. "Despu's te veo en casa" me dijo mi viejo, y se fue. Este Mendoza entr? a lo que era la cocina del club y enseguida sali? con un saco puesto, as? nom's, sin corbata. Me acuerdo que agarramos el auto de ?l, un Plymouth viejo, todav?a me acuerdo, y salimos. Ni s? para qu? lado agarramos pero este Mendoza tampoco me dijo nada. Llegamos a una casa, una casa grande, y bajamos. Mendoza entra y me hace esperar afuera. Al ratito sale y me dice: "Entr?". Yo entro, era un living amplio, bastante bien puesto, con unos sillones, esas mesitas con mantelitos de encajes y unas mu?ecas sobre las mesas, todo bastante rococ?. Y ah? hab?a una mujer, alta, grandota, que deb?a ser bastante joven, andar?a por los 35, por ah?, lo que pasa es que para m?, en ese entonces era casi una jovata, una vete - rana. La mujer ten?a puesto una especie de salto de cama con muchos bordados y chinelas. No era fea, para nada. Te - n?a un pelo muy negro me acuerdo y los ojos muy pintados. Me acuerdo tambi?n del perfume, un perfume dulz?n, pene - trante. Mendoza y la mujer cuchichearon un momento, se rieron y enseguida Mendoza se fue hacia la puerta. "Te espero en el auto" me dijo, y me gui?? un ojo. "Ven?, pas?, pas?", me dijo la mujer, apoyada en la puerta que da - ba al patio y que era parte de una mampara con un vitraux. Entonces me acuerdo que pasamos a una pieza, a un dormitorio, donde hab?a una estufa de esas altas a la que, en la parte de arriba, le hab?an puesto una ollita con hojitas de eucaliptus para secar el ambiente. No me podr? olvidar nunca de ese olor. "Sentate" me dijo la mujer, y me se?al? una silla; "yo ya vengo". Yo me qued? ah?, sen - tado en la punta de la silla, mirando todo, con las ...

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